Historia de «Farol» by Carmen Nonell Masjuan

Historia de «Farol» by Carmen Nonell Masjuan

autor:Carmen Nonell Masjuan [Nonell Masjuan, Carmen]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1953-01-01T00:00:00+00:00


IV

Ya no volvieron a pernoctar en fondas y posadas más que en contadas ocasiones, y «Farol» conoció el frío y la lluvia, y supo lo que era dormir bajo los puentes y bajo las estrellas, sin más abrigo que una manta agujereada ni más techo que el rumoroso dosel de una encina o un castaño.

Al principio sufrió. En su cuerpo y en su dignidad de artista convertido en tiro de un carro trashumante, pero a medida que fué conociendo la vida de «Terrón» y comparó su dureza, sin un atisbo de felicidad, con su pasada vida de gran señor, se fué resignando y pensó que, tarde o temprano, todos tenemos marcado nuestro tiempo malo.

El borriquillo, pasados los primeros momentos de timidez ante la categoría que adivinaba en el altivo porte de su compañero, se fué confiando y al poco tiempo eran ya dos buenos camaradas, aunque en la amistad de «Farol» hubiera ese matiz paternal y condescendiente que es patrimonio de la madurez en sus relaciones con la juventud.

«Terrón» le contó su vida entre los gitanos, vida trashumante, bien poco distinta, en la apariencia, de la que ahora llevaban. Pero había en ella algo muy distinto, y esto era la limpieza y el orden que presidía el carro y todas aquellas actividades que de Dorita dependían.

Por él se enteró también de como había pasado el carro a ser propiedad de George. «Terrón» tenía una vaga idea de que el gitano jefe fué detenido por los gendarmes, acusado de un importante robo de ganado. «Terrón» podía aducir que, aquellos días él había triturado muchos huesos, manjar poco corriente en otras ocasiones. Le condenaron a muchos meses de cárcel, si no pagaba una cantidad determinada, en la que tasaba el propietario perjudicado, el valor de sus corderos. Los gitanos no tenían dinero. Precisamente habían gastado todos sus ahorros en la boda de la hija mayor. ¡Ah! ¡Aquella sí que fué una fiesta rumbosa! Aún se relamía «Terrón» recordando los trozos de tarta y las naranjas que había comido. Hasta vino había bebido. Uno de los chiquillos le había arrimado un cubo que contenía como un palmo de líquido rojizo en el que flotaban mondaduras de frutas. ¡Estaba más sabroso! Lo malo era que luego le dió por reír y lo hizo con unos rebuznos tan destemplados que se asustó porque creyó que, dentro de él se había metido otro animal. Él no se conocía aquella voz tan rara. Además, él no tenía ganas de reír, más bien se encontraba triste. No podía ser él quien reía. No; no quisiera que volviera a ocurrir y desde aquel día, «Terrón» se había prometido que no volvería a beber. Había pagado demasiado caro el placer de un rato. Cuando se pusieron en marcha y la novia se fué en otro carro y en otra dirección con su marido, él no sabía encontrar la carretera y andaba a trompicones, metiéndose en las cunetas y en los sembrados y haciendo jurar a la «Rufa» que tenía tan malas pulgas y que tiraba de él hasta clavarle las riendas.



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